sábado, 4 de octubre de 2014

Echar de menos.

Hay muchas formas de echar de menos a alguien.

Puedes hacerlo de la forma bonita,
en la que sabes que vas a volver a verle pronto,
y cuentas las horas, minutos e incluso segundos que faltan para ello.
Tampoco es que sea bonita, 
pero dentro de las demás parece la menos negativa.

Negativa como el echar de menos a alguien que está lejos,
a alguien a quien necesitas a tu lado pero no puedes tenerle,
o a quien quieres ayudar, darle un abrazo, y no puedes,
con quien podrías hacer todo lo que sueñas hacer pero no puedes tú solo.

Pero la peor forma, para mi,
es el echar de menos a alguien que nunca más vas a volver a ver,
o que sabes que no quiere volverlo a hacer.
Ese dolor tan irreparable,
esa impotencia que te hace llorar todas las noches,
esas ganas de gritar que necesitas a esa persona y jamás podrás volverla a tener.
Es la más dolorosa sin duda, y jamás, jamás, se la desearía a nadie,
porque es como un puñal clavado que jamás podrás retirar,
tan solo aprender a vivir con ello,
y, de verdad, es horrible,
sobretodo en esos días en el que el dolor es más fuerte.



                                                                                                                                             A.

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